A veces hay que parar con la autoayuda

Los verdaderos realistas saben que la historia la cuentan solo los ganadores. Los manejadores de feeds como Feedly, Pocket y otros nos permiten ajustar ciertas sugerencias de artículos de acuerdo a lo que, con el tiempo, se van dando cuenta de que nos gusta. Y si somos gente medianamente reflexiva, autocrítica, y con no pocas inseguridades o cierta tendencia a la depresión, corremos el peligro de recaer en lecturas de autoayuda, aunque estén disfrazadas de algún otro genero.

Esto de por sí no sería algo alarmante, salvo por el hecho de que la lectura continuada de artículos de autoayuda es un obvio indicativo de que no nos estamos autoayudando un carajo. O bien hay algo que no está funcionando bien de lo que proponen nuestras lecturas, o no estamos funcionando bien nosotros mismos. A lo mejor preferimos gastar nuestro tiempo leyendo artículos sobre como mejorarnos a nosotros mismo por sobre tomar las riendas de nuestras vidas y mejorarlas de verdad. O quizás al intentar poner en práctica lo sugerido, nos damos cuenta de que no es para nosotros; no por una racionalización ad hoc que nos excuse de hacer el esfuerzo, sino porque los resultados son pobres y no nos generan el placer prometido.

Tal vez no sea autoayuda lo que necesitamos. Después de todo, gran parte del género se basa en aconsejar prácticas que le sirvieron a alguien, pero que no tienen por qué servirle a los demás. Sobre todo porque no muy lejos va a aparecer alguien recomendando lo contrario para obtener lo mismo, o algo completamente distinto. No habría tantos gurúes de la vida si alguno tuviera la posta definitiva. Así como no habría tantos diseñadores si lo considerado estéticamente aceptable consistiera en un conjunto reducido de características; como no habría tantos programadores si se pudiera resolver todo con un único lenguaje; y como no tendríamos tanta diversidad musical si fuera posible que todos nos conformáramos con un mismo género.

A lo mejor lo que nos vendría bien es dejarnos de joder y tomar las riendas de nuestras vidas de una vez por todas. Dejar de buscar las soluciones en otros, sobre todo cuando en el fondo sabemos bien lo que necesitamos y cómo conseguirlo. Simplemente estamos demasiado asustados como para atrevernos a hacer algo por nuestra propia cuenta, y nos ocultamos ese hecho haciéndonos los giles y fingiendo cierta comodidad con el hecho de que otros hayan pasado por algo parecido y lo hayan superado. Esperamos que otros nos expliquen lo que sentimos, lo que tememos, por qué estamos tristes, por qué no podemos terminar lo que empezamos ni alcanzar lo que queremos. Como si no quisiéramos aceptar que está bien buscar la felicidad, y que muchas veces nos merecemos mucho más de lo que nos permitimos.

No existen los elíxires de la felicidad, ni instantánea ni eterna. Hay que lograrla con esfuerzo, sabiendo que es efímera, y que en cuanto se vaya hay que salir a remar y a buscarla hasta abajo de las piedras para encontrarla de nuevo, a veces a la vuelta de la esquina. Lo que funcionó para otros no necesariamente va a funcionar para nosotros. Y tampoco es que nos hagamos cada día más jóvenes y tengamos todo el tiempo del mundo.

1
No tags

1 Comment

  1. Muy cierto lo que dices, debemos tomar las riendas de nuestras propias vida, pues es nuestra y solo nosotros podemos trabajar por nuestra felicidad, nadie más lo hará.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *